He de reconocerlo: ¡ me encanta ejercer de anfitriona!.
Cuando invito a
familia o amigos a casa a cenar, me gusta que se sientan especiales. Me gusta
sentarlos a la mesa y que disfruten, al menos durante ese corto espacio de
tiempo, de que alguien los mime y los haga sentir cómodos. Aunque cada vez son
menos frecuentes las cenas en casa, desde que tuve mi propio hogar, mi casa se convirtió en
lugar de encuentro y desencuentro para amigos y familiares. Cualquier persona
que venía a casa era atendido como se merece. Y ahora que estoy estudiando el
tema del protocolo me doy cuenta de que algunas cosas siempre las hice bien de
forma natural.
Por ejemplo: para mí es impensable no acompañar al invitado,
por muy coleguita que sea, hasta la puerta de mi casa para despedirlo (y a veces, la despedida
llegaba hasta el coche, sobre todo si había niños de por medio).
Permitir que mis invitados se levanten de la mesa y me ayuden
a recoger es otro impensable: ¡ya recogerán en su casa, porque aquí son “mis”
invitados!
Y ¿A quién se le ocurriría recibir a sus invitados a una
cena con chanclas y bermudas (siempre y cuando no fuera en la piscina. Ayyy,
que afortunados esos)? ¿O colocar en la mesa un mantel sucio y arrugado?
Con esto quiero decir que a veces, el protocolo es tener un poco de educación y un mucho de sentido común. No es que uno tenga
que aprenderse un manual completo desde el índice hasta el final. En algunos
casos hay que memorizar y asimilar unos conocimientos hasta entonces desconocidos
para después ponerlos en práctica, pero otros, son solo unas pautas básicas y
lógicas que harán de ti un buen anfitrión.
Y todo esto que lo haces en la intimidad de tu casa con tus
invitados es ampliable a tus relaciones laborales o empresariales.
Agradar a un cliente es como agradar a tu amigo en casa:
recibirlo en la puerta con un saludo afectuoso, ofrecer la mejor imagen de ti
mismo, presentar al resto de personas, ofrecerle asiento, mantener una conversación
agradable y distendida (nada de asuntos espinosos que os puedan disgustar tipo
política, fútbol…), acompañarlo a la salida….
En fin, que a veces, unas mejoras de nuestros conocimientos
sociales y la aplicación de unas sencillas normas harán de nosotros los mejores anfitriones del mundo, dentro y fuera de
nuestro hogar.
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